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propuso jugar con el emplazamiento y la visualidad misma del edificio, que por sus características arquitectónicas, por su transparencia, suele fundirse con su entorno y pasar inadvertido para el transeúnte.
Roberto se tomó el espacio – literalmente – y lo convirtió en un enigma para el que pasaba, en una sorpresa nunca rebelada al caminante-espectador al cubrir la transparencia con miradas abiertas al espacio, con imágenes gigantescas de iris expectantes. Convirtió la Sala en un gigante avizor a los pequeños seres que se pasearon en su territorio.
El que tenga ojos que observe, decía su invitación… y observaron, curiosearon, quedaron con dudas y se divirtieron. Dicen que el juego es un mecanismo de aprendizaje, que es la forma en que nuestra especie ha mantenido el conocimiento que posee, asi mismo la Comunidad jugó con el artista, con su intención y con el espacio, RE-DESCUBRIÉNDOLO, EMPODERÁNDOSE DE EL (úsalo!, dice el fotero).
María A. Castillo
Licenciada en Artes U. Playa Ancha
Encargada Agenda
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